No hay mal que por bien no venga
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Sin comerlo ni beberlo pasan los años y no nos damos cuenta. ¡Joder! Si cuando pongo en la TV algún partido de fútbol, sigo escuchando al mítico Andrés Montes. ¡Cómo olvidar los famosos "tiki-taka", los cariñosos apodos de Humphrey Bogart y Tiburón Puyol! Y, cómo no, la coletilla con la que siempre nos sacaba una sonrisa:
La vida puede ser maravillosa.
Cómo se te echa de menos, querido Andrés.
Pero no, la vida es un vaivén de hostias que te sorprenden por todos lados y no las ves llegar.
Y lo difícil no es aguantar el golpe, no. Ahí somos el maldito Rocky Balboa.
Lo difícil viene cuando te das cuenta de que te han dado tan fuerte que no te sientes la cara, y toca levantarse.
No soy un gurú motivacional que te va a decir que todo va a ser color de rosa. No. Para eso ya tienes otros canales y medios, donde los encuentras a patadas.
La verdad es que, durante este camino llamado vida, encontrarás muchos baches y te golpearán muchas veces.
Pero como decía el padre de un famoso murciélago:
¿Por qué nos caemos? Para aprender a levantarnos.
Cuánta razón en una sencilla oración.
Hace años, tantos que ya ni recuerdo cuántos, tenía un buen trabajo. Un horario decente, cerca de casa, un sueldo más que suficiente para mi estilo de vida. Todo iba como la seda. Qué recuerdos, por cierto.
¡Y zasca! A la puta calle que me echan. Sin cariños previos, ni vaselina, joder, ni un simple escupitajo.
Bueno, la verdad es que me esperaba que ese momento llegase, pero por muy mentalizado que estés, cuando toca, es un palo.
Un día me despertaba pensando en el cafelito de la mañana, y al siguiente estaba apagando el despertador (¿para qué madrugar?) camino a la cola del paro. Por cierto, muy majas todas las personas de la Seguridad Social que me atendieron, eso sí.
Con los papeles ya arreglados y un mínimo de tranquilidad a corto plazo, tocaba sentarse y ponerse serio con respecto al futuro.
Y en ese momento, como si de una película de domingo tarde se tratase, se alinearon los astros y comenzó la que sería mi nueva vida.
Pero eso, amigo mío, ya lo dejo para otro día (que tampoco quiero aburrirte tan rápido).