Hazme un muñeco de nieve
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Desde bien pequeño me han gustado las películas de dibujos. Desde las tradicionales Pinocho, Bambi, El Rey León... de Disney, hasta las más irreverentes Minions, Chicken Little, Los mundos de Coraline, etc.
Eso sí, lo único que les pido es que tengan una buena historia y, si puede ser, con trasfondo, mejor.
Frozen no se queda fuera (al menos la primera película), y reconozco que me gusta tanto su historia, personajes (qué grande el reno Sven) como las canciones.
Hay una que a cualquiera que haya visto la peli, le sonará.
Empezaba tal que así:
"Hazme un muñeco de nieve, venga, vamos a jugar..."
Ana (por si no has visto la peli, es la hermana de la reina de hielo) le pide a su hermanita que le haga un muñeco de nieve para jugar juntas.
No necesita grandes florituras, ni paisajes elaborados, ni nada por el estilo. Solo un muñeco y a su hermana para jugar.
Y es que, para empezar, no necesitas realizar cosas muy complejas ni elaboradas. Solo algo con cara y ojos para ver si tu idea puede prosperar.
Pero no sé qué pasa, que cuando se nos ocurre una idea nueva, tendemos a complicarlo todo. Llámalo tozudez o exceso de entusiasmo, pero el caso es que solemos empezar la casa por el tejado.
Por si no te habías dado cuenta, me refiero a lo que técnicamente se llama MVP (Minimum Viable Product) o Producto Mínimo Viable. Básicamente, lo que necesitas para probar si tu idea tiene sentido antes de gastarte tiempo, dinero y neuronas.
El problema es que, cuando empiezas a trabajar en esa nueva ocurrencia, tu cabeza va a mil por hora. De repente, tienes miles de casos de uso en mente, funcionalidades extra que “serían brutales” y un sinfín de ideas que quieres incluir desde el día uno. Y ahí es cuando empiezas a cagarla.
Porque cuando metes demasiadas cosas al principio, pierdes de vista lo esencial: el propósito de tu idea.
Piénsalo un momento. ¿Qué necesitas realmente para empezar? No necesitas un muñeco espectacular con luces, movimientos y efectos especiales. Necesitas algo sencillo, algo que te permita probar si lo que tienes entre manos tiene potencial.
Es como cuando Airbnb empezó. No eran los gigantes que conocemos hoy, con filtros, reseñas y todas esas pijadas. Era una página cutre con fotos de habitaciones y un botón de reservar. Lo justo para saber si la gente estaría dispuesta a pagar por dormir en casa de otro.
Y aquí viene lo curioso: muchas veces nos olvidamos del problema que queremos resolver. Nos emocionamos con todas las ideas adicionales y nos desviamos. Pero la clave está en mantener el foco. ¿Qué problema estás resolviendo?
Si, además, consigues generar dinero, por poco que sea, desde el minuto 1, ¡mejor! Porque querrá decir que tu problema es real y hay alguien dispuesto a soltar pasta por la solución.
Piensa en Ana otra vez. Ella no quería un muñeco perfecto ni mágico. Quería algo con lo que jugar. Y eso es lo que debe ser tu MVP: resolver el problema principal, nada más. Lo demás ya llegará.
Así que, la próxima vez que tengas una gran idea, recuerda a Ana cantando: "Hazme un muñeco de nieve..."
Y lo mejor de todo:
Un muñeco sencillo puede convertirse en un Olaf increíble, pero primero, tiene que nacer.